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Bisexualidades

¿En qué momento conceptualizamos o legitimamos la heterosexualidad como algo “normal”? desde la Grecia y Roma antigua, han existido prácticas homosexuales, pero nunca se les vio mal, en ningún momento tuvieron que “salir del closet” para ser reconocidos bajo alguna preferencia.

En algún otro ensayo describí cómo fue este primer encuentro consciente con mi sexualidad. Yo era muy pequeña cuando sentí por primera vez un orgasmo. ¡La mejor sensación que había experimentado… nunca!

Pocos años después, husmeando en la habitación de mis hermanos, un par de adolescentes con las hormonas a tope, hallé una revista pornográfica. La abrí y comencé a hojear, recuerdo perfecto esta imagen de Alejandra Guzmán al desnudo.
Me masturbé mientras tenía la revista de PlayBOY entre mis manos. Cuando cerré la revista y salí de la recámara, la sensación fue extraña, como de culpa, y no por haberme masturbado, porque tenía algunos años haciéndolo, fue más bien algo que tenía que ver con la revista “para hombres”.

Desde muy niña me encontré atraída por hombres. Recuerdo la etapa en donde el enamoramiento hacia mi padre era evidente, como parte natural de una etapa. Lo que en algún punto de mi desarrollo comenzó a generar conflicto, fue la atracción que también sentía hacia mujeres.

¿Cómo es que la bisexualidad puede ser una indecisión? Lo que concebimos como indecisión en la bisexualidad viene desde un constructo social, al menos así lo viví en su momento y en la actualidad también.

Cuando yo era una niña, el ser homosexual y “salir del closet” era algo muy lastimoso y vergonzoso para los padres y la familia a la que pertenecía el sujeto que osaba vivir su vida sin importar los juicios de los demás. Recuerdo haber pensado que cuando tuviera hijos (porque era algo inherente al ser mujer) lo peor que me podría suceder, sería tener un hijo o hija homosexual. Ubico la sensación corpórea que me generaba el solo hecho de imaginarlo. Este concepto sin lugar a duda fue algo que introyecté de alguna conversación de adultos.

De aquí creo que surge la culpa que me generaba el tener ese gusto hacia mí mismo género.

Durante este trayecto, en donde la educación de la sexualidad ha dado un giro en mi vida y así, brindado también una perspectiva más amplia, me he permitido analizar mi preferencia.

Sin duda de las cosas más complicadas es confrontarse con uno mismo, pues no es fácil echar un vistazo hacia adentro, desmenuzar los factores de la realidad social que se arraigan en lo más profundo, y que se ven convertidos en sedimentaciones.

Considero ser una persona que experimenta diversas situaciones y que disfruta al hacerlo. En muchas ocasiones me detuve a pensar en cómo me sentía hacia los hombres y hacia las mujeres, y hasta este punto de mi vida puedo comenzar a discernir la causa de mis elecciones en lo que respecta a una pareja.

Siempre me he jactado de ser una mujer en quien poco impacta la fluctuación hormonal que mes con mes se genera en el cuerpo. Hoy por hoy, entiendo que la creencia de que las mujeres somos hormonales y nos tornamos volubles, necesitadas de mimos, que los demás nos entiendan por estar atravesando esta “complicada” etapa del mes, es una sedimentación que hemos legitimado a lo largo de los tiempos, y que parte de mi intento por no caer en estas tendencias para ser “diferente”, me han hecho llegar a lo mismo, asumir esta creencia como cierta para poder rechazarla. Es evidente que hemos sido educados de tal manera, que creemos en nuestras construcciones: somos un producto social.

Aun cuando siempre he sentido esta atracción hacia mi género, quizá de igual forma que con el otro género, nunca me he permitido intentar, ni si quiera buscar una relación con una mujer, mucho, por cuestión social.

En concordancia con lo que Collins (2000) propone acerca de las 4 fases por las que una persona bisexual atraviesa, me siento identificada con cada una de ellas:

En cada momento cuestioné mi identidad. Me generó mucha confusión el sentir una fuerte atracción hacia hombres y también hacia mujeres.

Como consecuencia de los juicios sociales, mismos que también hice propios, me asumí como una persona hetero, por miedo al rechazo.

Gradualmente fui explorando mi sexualidad, permitiéndome nuevas experiencias, pero siempre con reservas y acompañada de un hombre, como aferrándome a la heteronormatividad.

Recientemente, he logrado conocer mejor y abrazar cada vez más la persona que soy; consciente de que me falta mucho por trabajar en la autoaceptación.

El tema de la bisexualidad ha sido un tanto complejo de entender para mí. Quizá porque hay algo que me hace eco. Al hacerlo gráfico, hubo una revolución en mi cabeza, pues entonces, claramente necesitaba ubicarme en alguna parte de la tabla de preferencias, y entonces me asumo como Preferentemente Hetero.

La invisibilización de la bisexualidad, comienza en uno mismo, cuando desde el inicio pensamos en el rechazo de las demás personas y evitamos “salir del closet”, pero tampoco tendríamos porqué salir de él… es más, ¿Por qué estamos en él? La preferencia genérica no es ni siquiera algo que tengamos porqué comunicar a todos. Uno nunca piensa: creo que me gusta el reggaetón, pero soy rockera, pero creo que tengo que comunicarle a la gente que también me gusta la diversidad musical…

La gente da por hecho que no se pueden preferir dos cosas al mismo tiempo, somos binarios o dicotómicos, pero creo que más que por naturaleza, es por aprendizaje y repetición, es un tipo de condicionamiento.

¿En qué momento conceptualizamos o legitimamos la heterosexualidad como algo “normal”? desde la Grecia y Roma antigua, han existido prácticas homosexuales, pero nunca se les vio mal, en ningún momento tuvieron que “salir del closet” para ser reconocidos bajo alguna preferencia.

Lo que más ruido me hace dentro de todo este tema de la diversidad, es la violencia que se ha ejercido en contra de este grupo que se ha etiquetado como “minoritario” y que protagoniza esta violación a los derechos humanos de este grupo por ir contra natura: por evitar la proliferación de la especie humana.

Si vemos en retrospectiva, podemos darnos cuenta en donde comenzó toda, o al menos me lo parece. Si bien es cierto que los tiempos cambian y de alguna manera evolucionan, en la cultura helénica, no se diferenciaba el deseo o comportamiento sexual por el sexo biológico de los practicantes, sino por la adaptación a las normas sociales, que estaban basadas en el género, edad y estatus social. (Almanza y Mejía, 2010). El rol activo-pasivo se asociaba con los roles sociales. En estos tiempos, la identidad de género no era correspondida con la asignación del sexo biológico, sino el resultado de una construcción social que iba de acuerdo con el orden social de esta cultura.

En el año 390 a.C., Teodosio I, proclama una ley prohibiendo sostener relaciones con el mismo género, castigándose con pena de muerte. (Almanza y Mejía, 2010). Esto fue con la llegada del cristianismo.

Durante el medievo, la persecución inhumana y descomunal condenaban a las personas con tendencias homoeróticas, por llevar a cabo actos sexuales que iban contra natura.

Hubo un evento del que poco se habla, que es precursor de varios siglos, de lo acaecido en Stonewall, y que tuvo lugar en Florencia, Italia para el año de 1494. Un grupo de jóvenes de distintos estratos sociales, se agruparon para salir a las calles florentinas a manifestarse por sus derechos a los placeres. Ellos salieron con sus parejas y algunos de ellos invadieron en palacio de gobierno generando así que las sentencias de exilio y despojo de sus trabajos fueran revocadas (Almanza y Mejía, 2010). Esto fue un gran logro para la época en que vivían y al menos yo, no había escuchado que se hablara de este acontecimiento tan trascendente en época y causa.

Ya para la segunda guerra mundial, en los campos de concentración, los homosexuales conformaban la población más baja de la casta dentro de los campos de concentración, ya que, al ir en contra de la naturaleza, no preservarían nunca la raza aria que se pretendía perpetuar, ergo, era innecesario mantenerlos vivos.

De aquí podríamos brincar hasta el evento que surgió en el bar Stonewall Inn, en Nueva York, el 28 de junio de 1969, de donde surge el movimiento que en la actualidad es uno de los más importantes en la comunidad LGBT+. Abusos de autoridad, discriminación, violencia y violación a los derechos humanos, en pleno siglo XX.

Este recorrido relámpago, me deja pensando, que es lo que nos deja estas sedimentaciones que circundan las preferencias genéricas. Sin embargo, la misma comunidad ha invisibilizado a la bisexualidad, pues en ningún lado son “bienvenidos”, porque estamos totalmente educados para asumirnos en esta dicotomía de lo bueno y malo, del hombre y la mujer, sin dejar nada intermedio.

Sigmund Freud, en su teoría psicosexual, manifiesta que el ser humano nace bisexual y gradualmente se va “definiendo” según su sexo de asignación y las reglas sociales lo que nos permite asumir bajo esta teoría, que alguien que se define como bisexual, permanece en un estado de inmadurez.

Caleb Reyes (2014), en su artículo “La B se queda en el closet: mitos, desafíos y “la salida del closet” de las personas bisexuales”, habla de los mitos más comunes que se gestan en la sociedad, y que todos actuamos como parte de ella. Los mismos profesionistas de la salud diagnostican la bisexualidad como una moda o acto de indecisión y explica que los mismos psicoanalistas lo entienden como un “Edipo no resuelto”, lo cual patologiza a la bisexualidad.

Aun cuando hemos tenido muchos avances en muchos sentidos, como sociedad, claramente nos falta mucho por recorrer.

Supongo que parte de lo anterior, me frena para asumirme como una persona bisexual y me hace sentir con la necesidad de colocarme un poco antes de la barra de en medio, aun cuando tengo muy claras mis preferencias.

Referencias:
• Álvarez-Gayou, J., Millán, P. (2010). Homosexualidad, bisexualidad, travestismo, transgeneridad y transexualidad: Derrumbe de mitos y falacias. Imesex. México. ISBN: 9688632120.
• Balbuena, R., Serrato, A. (2015). Calladito y en la oscuridad. Heteronormatividad y closet, los recursos de la biopolítica. Culturales, época II, vol. III, n°.2, pp. 151-180. México. ISSN: 1870-1191. Recuperado de: http://www.scielo.org.mx/pdf/cultural/v3n2/v3n2a5.pdf
• Almanza, M., Mejía, J. (2010). Comunidad LGBT: Historia y reconocimientos jurídicos. Revista Justicia, No. 17 – pp. 78-110. Universidad Simón Bolívar. Colombia. ISSN: 0124-7441
• No te Prives, A. (2010). Fresa y chocolate: guía sobre la bisexualidad. Comisión de Educación, Formación y Voluntariado. España.
• Reyes, C. (2014). La “B” se queda en el closet: Mitos, desafíos y “la salida del closet” de las personas bisexuales. Boletín Diversidad, vol. 5, n°1, pp. 7-9. Universidad Carlos Albizu. Puerto Rico. Recuperado de: https://www.researchgate.net/publication/315572238
• UNODC, COPRED, UNAM, SUAyEDY y AAJ. (2020). Nada que curar: guía de referencia para profesionales de la salud mental en combate a los ECOSIG. Recuperado de: https://www.unodc.org/documents/mexicoandcentralamerica/2020/Mexico/Nada_que_curar_2020.pdf

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